Murales de San Isidro

 

En Orihuela, concretamente en el barrio de San Isidro, se ha llevado un precioso proyecto dep intar todas las calles y casas de la zona con poemas del oriolano Miguel Hernández. También tenemos alguna conmemoración feminista, diversos graffittis y una pintura del Guernica.




Lo ideal es pasar una mañana o una tarde completa para recorrer sus calles y sacar numerosas f
otos.


Miguel Hernández fue un poeta con un gran compromiso social, político y personal. El abogado
 Ramón Sijé le transcribía los versos que él dictaba para que no hubieran faltas de ortografía.








De niño, leía a escondidas para que su padre no le pegara, ya que era un hombre muy
 conservador y no quería que su hijo fuera a la escuela, sino que se dedicará al cuidado de lasc abras. Tuvo varios maestros que le ayudaron en sus estudios ya que sobresalía, pero de un día para otro, su padre le sacó del colegio con 14 años.


Las mujeres de la vida de Miguel Hernández fueron y que le influyeron para sus poemas:


- Josefina Manresa: su novia de adolescente que seguía las normas de una sociedad puritana


- Maruja Mallo: pintora, le ignora después de su primera experiencia sexual


- María Cegarra: escritora, un amor platónico que no le corresponde











Tuvo que luchar mucho para irse a Madrid a buscar un futuro como poeta y pidió dinero a sus a
migos más influyentes, poco a poco y con el tiempo se fue desligando de las ideas católicas y fijándose en la vida cotidiana de la España profunda, de sus miserias, de la pobreza de la gente,de hambre y lo mal que lo pasan para seguir adelante.


Más tarde, vendrá la Guerra Civil, donde se alistará para dar ánimos al bando republicano con sus 
poemas.


Cuando le delatan tras intentar huir a Portugal, ingresará en diferentes prisiones y durante su 
estancia contraerá tuberculosis, no tendrá medios para seguir escribiendo poesía y se sabe que incluso escribía los poemas en trozos de papel higiénico.
















 

Elegía

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Para la libertad

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.




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